Escribo con el dolor de escribir,
envejezco,
huyo al azar entre las letras
y el tiempo se desploma en tu rostro.
Ámbar y pedazos de cielos domesticados
detienen en tus ojos la fragancia del ser.
Escarbo detenidamente en tu mirada,
busco por una antigua manía de buscar
-en tu mirada-
el solitario patio de mi infancia:
el crudo malvón,
las rosas al borde del calor extremo
y la violencia del sol,
sobre mi piel de niño y los narcisos.
Magia de los calores en los países del sur.
Rojas y locas,
bocas sangrantes y perversas,
amantes de los jugos
y de la tierra resquebrajada por el sol,
un amor a la antigua, al aire libre.
Huyo en dirección contraria a las letras,
detengo el porvenir.
Abro de par en par con un tajo preciso
-dueño de mi saber-
mi cadáver actual: Mi pobre vida cotidiana.
Extranjero, enmohecido el corazón,
acostumbrándome a un sol a punto de extinguirse,
sólo me queda, del tango,
un asco contra todo, una violencia.
En tu mirada el patio de mi infancia anochece.
(Del libro El Amor existe y la Libertad: Ed. Grupo Cero)