Duelen los besos cohibidos,
resentidos e inmateriales;
abrazos frescos y fraternales
que liberan, que son extrovertidos.
Risas y momentos divertidos
viajan de pasado a presente
casi diezmados en la mente
por milésimas desvanecidos.
Duele una lágrima egoísta,
que no germinó en el instante,
pero, hoy llora sofocante
para que la flor bella exista.
Hoy, la estela descolorida,
de la memoria que no fallece,
aviva el jardín que florece
junto a la lluvia de agua viva.