Amor, a cuyos ojos nada está tan secreto que no lo alcance.
GIOVANNI BOCCACCIO
Íntima colisión de ojos, luego, de dedos, luego, de móviles adentros
QUÉ RÁPIDO ME EMPACHO DE MÍ, Y ME RECONCOMO,
como una llama de miedo
ante el sarcófago de la existencia,
retraído en mi universo
de mesa, hasta que suena, al fin, mi suerte, me asomo,
y ahí estás, en la puerta, invitándome,
con tu proximidad más elocuente,
a palidecer de afecto.
Ojalá te desnudes, como ayer, del trabajo.
Ojalá la voz con que frecuenté
la tuya envuelva tu cuerpo,
me adentre a ti, y te explique, de paso, que debajo
del balcón de mi euforia continúa,
a pleno pulmón, este ego mío su balada.
Ojalá, entonces, nos demos,
si no cuenta, las manos, y, desde la ovalada
idoneidad de un paseo,
desencorves mi mirada continua.
Ojalá… Porque sabes que ese rumbo de aire,
esas huellas que escondemos
al andar, son, quizá, en sentido estricto,
un raíl que nos acerca, un extracto
podométrico de tiempo
transitado por quienes amamos la barbarie
de hospedar, caminando, paz, sueños, soluciones.
Y sabes (para saberlo
te basta mi frío) que hoy no estoy bien,
que ansío escapar, sí, lejos
de mí, contigo, que quiero que me algodones,
a fondo, con tu sombra de la guarda.
(Más dulce compañía de mis pasos
ni la entiendo ni la quiero).
Por lo tanto, dejemos, de nuevo, que la puerta
nos abra y, si te apetezco,
conforme nos llenemos de camino,
dejaré, también yo, mis costillas abiertas.
Todavía: paráfrasis de un pronombre (2024)