Un día rescataste
las ondas y el silencio,
que había en los rincones
del alma y los recuerdos.
Y fueron, con tu mano
a letras, y a los versos,
que tú, celosamente,
llevabas al cuaderno.
Tomabas las migajas
vividas en un tiempo,
aquel que, en un verano,
unieron nuestros sueños.
Soñamos y vivimos
el verso más completo,
llenando de ilusiones
y haciendo mil proyectos.
La vida transcurría
despacio bajo el cielo,
sintiendo la inocencia
brotar de nuestros cuerpos.
Hoy vuelvo la mirada
y es triste lo que veo,
el tiempo ha transcurrido
igual que pasa el viento.
No hay brisa que acaricie,
tampoco hay marineros,
ni playas ni resacas
que vengan a mi encuentro.
Me queda tu figura
borrosa, como el beso,
que un día compartimos
furtivos y en secreto.
Aumentan los latidos
y suben hasta el pecho,
susurros del pasado
que surgen de muy adentro.
La sangre se acelera
y sé que no estoy muerto,
que vivo todavía
y ansío aquellos versos.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/07/24