Lourdes Aguilar

HOJARASCA

Un gran árbol en mi mente existe
un gran árbol que su gran follaje
cada estación muda y de las veces
que así lo hace donde sea que esté
su frío aire me viene a envolver

Pareciera que el viento dispersa
sus hojas ya secas en otoño
pero las cíclicas tolvaneras
a mi alrededor las trae nuevamente
mezclándose danzando con las recientes

Todos los sueños pasados me envuelven
con su textura frágil y quebradiza
con su color opaco y marrón
como en un ritual vienen a perturbarme
el sueño de una niña sonriente
vestida de blanco en el jardín
con las brazos abiertos cual paloma
con los brazos abiertos... pero no voló

El sueño de la belleza lozana e inquieta
el contoneo que alentaba una promesa
la hoguera encendida en su crisol
hecha luego estatua de sal pálida y fría
la existencia cuyo fósil es la prueba

El sueño de unos intensos ojos
el sueño de una carnosa boca bengalí
su ágil trepar hacia la aventura
su voz firme que domina marejadas
su partir inexplicable entre el la bruma

Sueños de un viejo galeón desvencijado
ansiando ser submarino para bucear
o tal vez cohete para la atmósfera cruzar
se halla en arrecife desconocido
solo y encallado en su inventario

Hojarasca que en torbellino se levanta
trayendo todos los sueños a mi memoria
sueños que hasta parecen aullar al viento
como ánimas atormentadas e inocuas
por cuanto yo misma las concebí

Puede que hasta ese gran árbol
su antiquísima y rara semilla
como sustraída del mismo fruto
a la par que yo se desarrolló

y continúe extendiendo sus ramas verdes

hasta donde no logro vislumbrar

Puede que sobreviva aún más que yo

Puede que a sus raíces 

algún día yo haya de retornar