jvnavarro

DIARIO DE VERANO XXVII (HELENA DE TROYA)

Yo sentí hablar de Helena de Troya (1)
 y me hice defensor de ella,
asumí el riesgo de que no me quisiera
y en aquellos avatares y guerras
sentí en el tendón de Aquiles
hundirse la mortal flecha.
 
Si el caballo fue de madera,
si hubo engaño,
si los dioses jugaban a ser
ellos las visibles cabezas
que mandaban sobre los humanos
divididos en sus miserias,
solo se
que mis ojos estuvieron
por ella.
 
Me gustaban sus labios,
sus ojos, su alzado talle,
su pelo, la mirada
perdida sobre las aguas del mar,
buscando entre el humo 
de las piras funerarias
a su amado Paris, 
ya parte de la tragedia.
 
Todo fue bonito,
todo a mi corta edad,
adolescente de escuela,
sonaba a fantasía
que corría por mis venas.
 
Allí en aquella sala de cine 
totalmente llena 
me bebía la zarzaparrilla (2)
con esa tal entrega
que la botella entre mis manos
era el cuerpo de Helena,
¡qué pasión!
¡ qué belleza!
y que soledad
 la del joven que contempla
como con el final de la película
todo volvió a lo que era,
a la pantalla blanca,
a la botella vacía ella,
ya  el sonido de la batalla,
ahora aleteo de mariposas eléctricas.
 
Era de noche
y recuerdo
las farolas llevándome
en mi desconsuelo y ciega presencia
hasta mi casa,
allí donde me esperaba
un estofado de lentejas,
un trozo de pollo en salsa de almendras
y un vaso de agua en el que navega
sin que nadie lo viera
un barco de guerra
con Helena volviendo a Esparta
como reina.
 
¿Qué le pasa al niño dijo mi padre?
y mi hermano resumió 
lo que se menciona en este poema.
 
\"Se enamoró,
 dijo, 
de una tendenciosa escena\"
 
 
 
(1) Recuerdo en mi casa allá por el año 1969. Una serie de libros: Los Miserables de Víctor Hugo; el Quijote; la Odisea y la Iliada; la Regenta de leopoldo alas, Clarín; el Lazarillo de Tormes; una biblia vieja y cuatro tomos de los premios Goncourt de novela. Uno leía lo que podía con una linterna bajo las sábanas de la cama para esas horas en que la luz debía permanecer apagada,  tebeos, cuentos y algunos pasajes de estos libros tan entrañables que no he vuelto a abrir por temor a que salgan de ellos los viejos fantasmas familiares.
 
(2) la zarza-parilla es la actual Coca-Cola. El invento fue de un español que la llevó a una exposición en el siglo XIX y los americanos muy felinos ellos la patentaron y se la llevaron a sus tierras. Cuenta la tradición oral que la Coca Cola, el refresco más famoso del mundo, se inventó en Aielo de Malferit pueblo de la provincia de Valencia. Fue en 1880. Cuando un grupo de amigos, formado por Enrique Ortiz, Ricardo Sanz y Bautista Aparici, decidió montar una destilería. Fabricaron todo tipo de brebajes, jarabes, caldos y elixires.