Recuerdos de una tarde:
fuerza de roca gris,
la hierba que crecía
dando tumbos
por los senderos infinitos
del camino.
A las cinco en punto:
reloj de manecillas de cristal,
hundía la hora.
Mientras las gaviotas,
lejos del mar,
rodaban por el aire
creando suspiros de otros días.
Abierta las puertas
del silencio
(en un banco del parque)
sonido y alma
que se abrazan como testigos
de vivir la soledad del momento,
a plena luz
y desde donde
el fantasma de la muerte
no sabría comprender
la calidad del momento.