Ayer aquel llano me adoptó
en su generoso y excelso manto verde,
sus inmensas y serviciales aguas,
sus claros aires, su cielo azul y recio sol.
Hoy con el frío en mis huesos
late aun mi corazón despierto.
Admiro la montaña andina de brava pendiente,
añorando su otra vertiente, la que cae junto
al llano, lugar de aquel pueblo brioso.
¡Amo a este fértil suelo!
Mérida, como si fuera el mío,
Perú, ¡lejano más al sur y frío!
Recuerdo mi llano floreciente,
quien me canta ese corrio’, bajo
esa mata e’ mango;
cuando en mi corazón se graba
suave delicado y tierno, el niño de mi tierra
que sonríe con la esperanza
de que cielo y tierra bendigan su mañana.
Le canto a ese llano floreciente,
y a ese frío intenso de Los Andes
que me dieron de su fértil entraña
los frutos que alimentaron mi ser.
Le canto en este mediodía
con el sol despierto, que mi corazón del llano
ama está fértil tierra andina.
Ya veo en mis sueños
que esa cima de delicada franja blanca
aguarda detrás, mi tierra llana.
Y quisiera ver detrás de esta ventana
montaña y llano juntarse en un mismo horizonte,
sobre una acuarela del ingenio humano
donde no haya llantos y fenezcan las distancias.