Monografías extensas e incoherentes,
lujuriosas, sin sentido.
Ciegas y sordas.
Gozan del único placer pleno:
la desnudez
de las palabras.
El placer de pronunciar sonidos
incorrectos, extraviados.
Rotos, retorcidos en los labios,
moviéndolos, sobreestimulándolos.
Llevándolos a la cúspide
del éxtasis,
en lo absurdo.
Desabridas.
Enloquecidas.
La única desgracia:
estar lúcido.
Monografías incoherentes.
Extensas.
Provocadoras.
Pseudocientíficas.
Lo tentador de la vergüenza.
Los sonidos tan (im)perfectos.
Los argumentos tan (in)válidos.
La futilidad de la vida,
la placidez de la vida,
la naturalidad de la vida.
Hipótesis de una existencia
sin sentido.
Insípida,
de no ser
por la saliva en los labios,
el vibrar de las gargantas,
los acertijos para la mente cuerda.
Son palabras vacías,
llenas a la vez de locura.
Componen monografías cortas,
largas, científicas, extensas.
Nunca dan respuesta
a su tesis:
cómo disfrutar correctamente
la vida.