Fernando Huarca

Emigrante

¿Por qué el hombre tiene que salir de la tierra que ama,

bañando su rostro de su tierra lejana

cuando su corazón rompe en sequía?

 

¿Por qué el hombre tiene que salir de la tierra que ama,

atravesando fronteras de nada?

¿Y por qué la distancia está llena de tierra,

mar y arena, y de lágrimas vanas?

 

Llega el momento en esta frontera desierta,

donde las lágrimas bañan.

Teje el sonido y el viento en esta aurora baldía

que el hogar está lejos en otro mar y en otra orilla,

allende de éste árido suelo.

 

¡Si pudieran las lágrimas

terminar el desierto que me separan de casa!

llorar como una tormenta, con fuerza y clamor.

¡Tantos son los sueños lejos de tu tierra!

¡Tantos son los sueños y pensando en ella!

¡Tantos son los sueños que te han abandonado!

¡y tiembla mi aliento en el laberinto de un lamento!

Sin oídos que te oigan, sin voces que te hablen

sin la lengua de tu tierra; sin los tuyos

que en una palabra te toquen con ternura el corazón.

Así, en silencio marchita un sentimiento antes florido;

aquella esperanza se desmenuza en sus anchas,

y el sueño es un mudo colmado de nostalgia.

 

¿Por qué este corazón no devuelve su sangre

a su suelo lejano, lo vierte sobre este arroyo

y el agua lo transporte en la distancia?

¿Por qué mi corazón no devuelve el aliento

a éste fértil ensueño, disipado con el tiempo?

 

¿Y si pudieran los brazos y el aire llevarte a casa?

Los brazos como alas se sostuvieran del viento.

¿Y Si pudieran los brazos y el aire dibujar un poema

que se cantara bajo el cielo de invierno?

 

¡Mi corazón se inunda!... Se inunda de recuerdos pintados

de indeleble e incoloro matiz.

 

¡Escríbanme en otoño!

cuando el sol que brillaba se olvide de mí.

¡Escríbanme en otoño!... cuando mi llanto golpeé la aurora,

las hojas… las fértiles hojas se olviden de mi

y el follaje abatido recuerden mi sueño.

¡Escríbanme en otoño! cuando los pétalos caídos

recuerden mi hoy, que acaricia en silencio la tristeza baldía.

 

Me iré… sin dejar nada pendiente sobre este frío desierto

ni frente a mí, en el liviano ambiente de estas tórridas hojas.