Mercedes Bou Ibáñez

El silencio de los borregos

 

El silencio de los borregos
Polimétrico

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Vivimos, un sueño falso,
solo hacia la muerte vamos,
es la vida una ficción
que nos conduce al cadalso
si solo el placer buscamos
cegados por la pasión.
.
Solo la pasión nos vale
si nuestros pasos trenzamos
hacia el amor con tesón
cuando del alma nos sale.
Y siempre nos olvidamos
de hacer caso a la razón.
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Somos fugaces sombras
de pasados recuerdos
en el río revuelto de la vida,
en lid por renacer
cual Fénix tras la niebla.
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Nos vamos revolcando
a impulsos sin mesura
en ese torbellino de la danza
del tétrico y errante vacilar,
que hacia la sima oscura
lleva a pudrirse el alma.
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Sobre la sangrante herida abierta
de una humanidad desvencijada,
traspasaron la sagrada puerta
huracanes con la sangre alborotada,
junto a una esperanza que yace muerta 
y una pálida ilusión, amortajada.
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Mudo horror, y ciego desvarío,
cubre el alma con su velo,
ante una ola de sangre que azota
a sepulcros de silencio frío
sumergidos en un hielo
donde el alma se agarrota.
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Vivimos un siglo desdichado,
el veinte fue un cambalache,
este un loco desenfreno
a falta de un solido remache
a tanto cerebro desquiciado
que nos ha hundido en el cieno.
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No hay donde mirar, solo al abismo,
todo cruje, todo tiembla y se desploma,
se perdió en la soledad la calma,
huele el miedo con hedor a cataclismo,
soporífero clamor que desmorona
lo poco bueno que tenga el alma.
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La humana vanidad se nos adhiere
con la constancia infame de la fiera,
convencida de cumplir un destino
que gozándolo en su maldad nos hiere
sin importar los sueños que vulnera,
apartando a la vida del camino.
.
La muchedumbre su puñal afila,
¿y quién la detendrá en su carrera? 
Miro hacia el cielo y lo veo vacío,
las hordas bárbaras de Atila
se han adueñado de la esfera.
Tiembla de miedo hasta el rocío.
.
Caminamos sin luz ni guía,
con salvajes instintos desbordados,
rugidos de volcán que estalla
y se alza victoriosa la anarquía
con llantos de amargura desolados
ante un mundo insensible que se calla...

Y de nada nos vale
que pidamos al cielo tome nota,
pues me dicen que Dios, salió por patas,
¡qué tanto trabajar... dicen, le agota!
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Mercedes Bou Ibáñez