♥(¯`*•.¸♥millondurango♥¸.•*´¯)♥

Dios me ha enviado aquí antes que a ustedes para salvar vidas (Gén. 45:5).

 

 

En las mazmorras del olvido, José aguardaba,

con sueños de un faraón que el cielo le mandaba.

Un don especial, una visión clara y pura,

interpretar los sueños, su misión en la penumbra.

 

El faraón, inquieto, en su trono se removía,

pues en su mente, el misterio de los sueños ardía.

José, con voz serena, los enigmas desataba,

y con sabiduría divina, el futuro desgranaba.

 

\"¡Siete vacas flacas, siete espigas huecas!\",

gritaba el faraón, mientras el miedo crecía.

\"¡Siete años de hambre, tras siete de bonanza!\",

José revelaba, y una solución proponía.

 

Con graneros llenos, Egipto se preparaba,

mientras Canaán, en la distancia, se marchitaba.

José, ahora alto, sobre el grano se erguía,

y a su familia, en la hambruna, socorría.

 

Los hermanos, arrepentidos, ante él se postraban,

sin saber que aquel hermano que vendieron, los salvaba.

Y así, en el giro del destino, la traición se redimía,

pues de sus actos malvados, la providencia surgía.

 

En el tapiz del tiempo, los hilos se entrelazaban,

y de la trama del sufrimiento, los designios se tejían.

José, con fe inquebrantable, su papel desempeñaba,

y en el plan divino, su estirpe florecía.

 

De las arenas del olvido, una leyenda nacía,

del joven que con sueños, a su pueblo guiaría.

Y en las páginas sagradas, su historia resplandecía,

como un faro de esperanza, que a través de los siglos brillaría.

 

Así, en los versos de la memoria, José perdura,

como el soñador que cambió el curso de la cultura.

Y en cada grano de trigo, su legado persiste,

como promesa de un mañana, donde el bien siempre existe.