Ely.M.

Una navidad

 

 

Rodeando la mesa

se aprecian sus ausencias.

Se esconden en las paredes

los ecos de sus risas.

Las sillas se ocupan por alguien más

pero nadie los reemplaza.

Se siente ése vacío,

la casa más grande;

como si sobrara espacio.

Intentando por un momento

no pensar que ya no están ni estarán.

Pero ése abrazo de feliz navidad

nos hace recordarlo de nuevo.

Nos martiriza muy a pesar

de querer fingir que la pasamos bien.

Cada año será diferente,

cada año lo es.

Todo va cambiando, tiene que ser así;

aunque deseamos lo contrario.

Algunos debemos seguir recorriendo caminos,

cargando recuerdos.

Es una navidad como siempre,

una navidad cualquiera.

Pero que ahora con los años que te cargas vives diferente.

Tus ojos no son los mismos de hace unos cuantos años.

La perspectiva de los deseos cambia radicalmente.

Quieres de regalo cosas intangibles,

cosas que se queden en tu mente y te alimenten con un poco de alegría el corazón.

Quieres encontrar en ése abrazo el calor y el afecto que te haga apreciar lo que tienes.

Que no estás sola, sentirte amada, para así olvidar lo que ya no está

físicamente.

Evitarás por todos los modos no soltar el llanto.

Pero ése llanto es el que te liberará del dolor, de la pena.

Y se convertirá también sin querer en alegría.

Porque sentirás la dicha por la oportunidad que tienes de aún poder sentir. Sentir que estás más viva que nunca.

Brindarás entonces por los que estuvieron y por los que están.

Por lo que se fue y por lo que viene.