La noche está medio cubierta.
Suena el ronquido del soñador
y las guitarras serenas de los grillos.
Se oye el viento que alborota
el vacío que contemplo meditativo.
Desde mi alféizar
escribo.
Traigo recuerdos del caño incesante
que esculpe el reflejo de estrellas.
Un estanque donde estas se bañan,
mientras la sinfonía anfibia
pone miel al paraje que acuna el tajo.
He nadado en la frescura del nacimiento
una noche más
serena y mágica.
Los olmos y álamos
son dioses contemplativos del cielo.
Creadores y creados.
Cautivos de la belleza nocturna.
Dónde pululan las nutrias esta noche.
Búhos ululan,
mientras el roedor desconoce
la muerte viva que le acecha.
Murciélagos se sacian en las pozas
que suceden de este río que baja
arrastrando estrellas por el lecho que besa.
Vida bella,
soy tú,
hoy
que no tengo prisión en mi cabeza.