Consentí a mi corazón, un salón de galas danzantes, para la preservación de tu más ecuánime y lumínica version.
Y, con pasión inconmensurable, esculpí un crepúsculo ardiente, para encarar a tus caprichos de tormenta irascible...
Ahora, abriré para ti las puertas de mi alma, y de esta jaula de carne volarán tus aves hambrientas de redorar al sol.