Tengo miedo de las palabras que no hablan
de las sombras que se esconden en la oscuridad,
de las imágenes que al aparecer me sobresaltan
de las arrugas que se dibujan sobre mi humanidad.
Tengo miedo del poema que ya ha sido olvidado
del infinito dolor que se une siempre a mi destino,
de que no me ame aquello que yo sí he amado
del mundo que me crea un embriagante vino.
Tengo miedo del pensamiento que sabe a porfía
de abrirme a la pena que por mí viene a menudo,
que de pronto una noche no se termine con un día
que el mar me arrastre hacia lo más profundo.
Tengo miedo de que ya no exista un regreso
que en este juego ya no tenga una pizca de suerte,
que sea demasiado frío el último beso
¡Y que mi vida se entregue rendida ante su muerte!