alicia perez hernandez

ENCONTRE ESPOSO….

ENCONTRé  ESPOSO….

Encontré esposo estaba parado en la esquina de mi corazón, me sonrió y le sonreí y me dijo prometo amarte y respetarte todos los días de mi vida, y me dio a beber de su vida y le entregué mi cuerpo, bebió de mis pechos era su felicidad, preñó mis entrañas y tuve hijos para mi bendición y deseos de ser madre amorosa para amamantarlos de mis senos.

somos felices porque nos necesitábamos, vivimos tiempos de invierno y veranos, primaveras y otoños, parecíamos lumbre calentando nuestros cuerpos, en los crudos inviernos, la piel nos envolvía en amores mundanos, pecamos amándonos desnudos como en el paraíso viviendo en la gloria, este gran amor, perseguidos por el deseo, recordándonos nuestro juramento de amarnos toda la vida y tenernos, sabernos uno para el otro.

El pecado se volvió un gozo, y nos llevaba a la muerte, nos condenamos a vivir el exégeta de la pasión, el génesis de la vida, nos llevó a comulgar con el Apocalipsis, que con su fuerza nos envolvía en desastres y pasiones, nos llevaba al abismo, con besos de fuego, nos consumía la vida, nos poseíamos con la carne, alma y espíritu, había lumbre saliendo de la piel, rogando por más pasión, dejábamos que el génesis, empezara de nuevo a satisfacer nuestras pasiones.

Este hombre es insaciable, me complace y me enviciaba tenerlo y sentirlo cómo un embrujo clandestino, me roba la vida en cada beso, yo ebria del espíritu no se de mí, me atrapa, me siento hechizada con su mirada, y me hace suya en todos los espacios  de la casa.

Besándome la boca me robó el aliento y me hizo eternamente suya y él es eternamente mío.

Alicia Pérez Hernández... México

No es la pluma la que escribe, es el alma

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Si alguna vez dos fueron uno, esos somos nosotros.
Si algún hombre fue amado por su mujer, ese eres tú.
Si alguna mujer fue feliz en un hombre,
compárense conmigo, mujeres, si pueden.

Aprecio tu amor más que a las minas de oro
y a todas las riquezas que guarda oriente.
Mi amor es tal que ni los ríos lo pueden saciar;
no el deber sino tu amor me recompensa.

Tu amor es tal que no puedo, de ningún modo, retribuir;
que los cielos premien tu inmensidad, ruego.
Para que, mientras vivamos, en amor perseveremos,
para que, cuando no vivamos más, vivamos para siempre.

A mi querido y amado esposo. Anne Bradstreet