Allí cuelgo
mi abrigo
en los inviernos,
mi sudor
en los veranos,
y mi tristeza,
los días,
que no tengo
y corren en vano.
Allí dejo
la bata
que cubre
mis mañanas,
mis sueños gastados
y al salir
de casa
dejo allí colgado
lo humano del humano.
El clavo en la pared,
colgador olvidado
de soledades y penas
en todas las estaciones
y centro huido
del tiempo pasado.
A ti vuelvo los lunes
y sábados cansados.