José Fas Fonfría
EL AMOR EN LA EDAD OPORTUNA.
EL AMOR EN LA EDAD OPORTUNA
Un día más, que despiertas a mi lado,
un día más, que te beso y acaricio
como el primer día, como siempre
he hecho desde entonces…
todas las mañanas, al despertarme,
y todas las noches, al acostarnos.
No consigo imaginar mi vida sin ti,
no sé qué habría sido de mi vida
si no te hubiera encontrado.
En qué piel depositaria mis caricias,
y en qué labios anidarían los besos
que a todas horas deposito en tu boca.
¡Como me gusta contemplarte dormida!
Lo sabes, porque te lo he dicho, ¡Tantas veces!
Y tú, te sonríes, y me besas con ternura.
Hasta pienso, que te haces la dormida,
porque sé, que te gusta, que te mire así,
e intente adivinar, en qué, estarás pensando.
Lo eres todo para mí, vida mía,
nunca imagine ser tan dichoso contigo,
soy feliz en todo momento, junto a ti,
cuando paseamos cogidos de la mano,
y cuando nos sentamos en un banco,
para descansar después de un paseo.
Mirándote a los ojos, no importa
que el viento silbe, o que la lluvia caiga,
que el cielo se oscurezca, y haga frio,
o nos quemen los rayos del sol, las mejillas.
Juntos disfrutamos de los placeres,
que diariamente nos proporciona la vida.
Los árboles dejan caer, sus caducas hojas
para alfombrar, el suelo que pisamos.
La lluvia, cae lentamente sobre nosotros,
y recicla, el calor de nuestros cuerpos.
Los pájaros cantan dulces melodías,
para acompasar nuestros pasos bailarines.
Sabes, que vivo por ti, y sólo para ti,
al igual que yo sé, que tú, vives solo para mí.
Y esta soledad, tuya y mía, nos une más,
y nos proporciona las energías necesarias
para afrontar, con fuerza incontrolada,
las muchas adversidades de la propia vida.
Aun así, no me olvido del día final,
ese día, que llegará seguro, a nuestras vidas,
¿Lo recibirás tú? ¿Lo recibiré yo?
No importa, a quien llegue primero,
pues sé que el otro se acomodará, y se irá
con su amor a la eternidad infinita, tan deseada.
Nadie nos echará en falta, familiarmente,
Pero si todos, a los que hemos acostumbrado
a nuestros lentos y tranquilos paseos diarios,
a nuestras caricias y palabras amorosas,
y todos nos pondrán como ejemplo inolvidable,
de lo que fue capaz un gran amor como el nuestro.
Después, la paz, el reposo definitivo juntos.
Solo entonces echaré en falta una cosa.
Ninguno de los hijos, que no tuvimos,
depositará flores sobre nuestras tumbas.
Ninguno de ellos llevará, a nuestros nietos,
a ver un día, la tumba de sus abuelos.