Para tu boca he nacido,
poeta y revolucionario,
así como el cristal de carbono,
del negro hollín abundado y sin sentido,
del fuego volcánico,
único e irrepetible, de un solo dueño.
Para tus labios, los míos,
preñados y vencidos en besos,
como quien descubre, su isla desierta,
un reino, un imperio virgen.
Tu boca y la mía, disputando en sabores,
quien conquista, quien el conquistado.
Para tus ojos, la luz,
que tras mi silueta habita
y sobre tu mar doble se ahoga,
de verde vida cautiva
y belleza, solo para palabras poéticas.
Sobre tu piel calma,
tempestad afilada, rosas de espinas.
Mis cinco nubes,
se aprenden tu cielo,
así como quien arrastra su sombra
y la traslada hasta los atardeceres,
buscando el último rojo,
hallando, su primer fuego,
el fatuo calor que nunca quema y todo lo arde.