Oscarin Balderas

Ecos de la noche

 

Las lágrimas se deslizan de los ojos de quien amó un día,  

en la vasta soledad de la noche, su agonía resuena,  

como un violín insomne que susurra penas desvalidas.

 

Ella, en un susurro de viento, me dijo:  

“Llevamos el sufrimiento en el alma,  

y al menos una vez en la vida,  

lo dejamos escapar con lágrimas.  

Si lo guardamos demasiado,  

puede envenenarnos el espíritu.”

 

Los errores son como sombras que nos siguen,  

y sus consecuencias rara vez son amables.  

En la danza de la vida, todo tiene su costo,  

tarde o temprano, pagarás por tus desvíos.

 

Recuerdo sus palabras como olas en la marea,  

ecos en los rincones oscuros de mi ser.  

El sufrimiento no es solo dolor,  

es una enseñanza que debemos abrazar.

 

En la soledad de la noche,  

cuando las estrellas lloran su luz,  

pienso en sus palabras,  

y siento el peso de cada lágrima,  

de cada error, de cada consecuencia, de cada ausencia.

 

Ella me enseñó que la vida es un sendero,  

lleno de altibajos y vericuetos,  

donde cada lágrima es un surco,  

cada sufrimiento, una cicatriz en el alma.

 

Pero también me dijo que hay esperanza,  

que incluso en la penumbra más densa,  

puede surgir la luz.  

Que después de cada tormenta,  

viene la calma,  

y que el amor,  

ese amor profundo,  

puede sanar hasta las heridas más hondas.

 

Así, en medio de la noche,  

cuando la soledad se hace infinita,  

me aferro a sus palabras,  

y dejo que mis lágrimas fluyan,  

como un río que busca el mar,  

sabiendo que en algún lugar,  

en algún momento,  

encontraré la paz que anhelo.