Porque tal es la prueba y tales las maquinaciones de la simuladora, inabordable realidad.
OLGA OROZCO
Adentros en las afueras
DE TANTO RESPIRAR TU PIEL
inhalé, sin comprenderlo, su pasado,
ese vaho de tiempo extinto del que apenas retengo
un rastro de alma y baba,
un vestigio de avidez:
las pisadas de mis labios.
Pero tú no retienes eso.
Tú no retienes cuántas di, enfebrecido,
para insuflarte ascuas,
ni cuántas bastaron para, palmo a palmo, trascender
la fisionomía salada de tu cuerpo,
la insoportable levedad de nuestro ser.
¡Qué distorsionado recuerdo el mío!
¿Y consiento el engaño?
¿Por qué?
¡Tú no retienes eso!
La memoria de tu piel tampoco.
¡Qué podría retener
sino ese ayer torticero, extemporáneo,
demasiado acostumbrado a imponer sinsabores amargos
a sus moldes de «mujer»!
¡Qué podría retener
sino esa suavidad procaz, impostada,
que a hiperestésicas dentelladas
estragaba,
de cuando en cuando,
sosiego y sedosidad!
Eso es cuanto tu piel retiene:
itinerarios de vida, no ebúrnea, deforestada.
Y algún que otro «guapa» que desenquistar.
Ingenuo de mí…
Aparte de respirarla,
¡qué sabré yo de tu piel, o de su pasado!
Yo, que contribuí a hacerla blanca de miradas.
Yo, que presenciaba, como tantos,
tanto civismo cuticular,
tanta velleza exorcizada, en carne viva,
como si encarnara la piel de gallina
la más femenina naturalidad.
¡Qué sabré yo! ¡Qué sabré!
Probablemente nada.
Y entre tanto,
demasiadas las secuelas, demasiadas.
Y los estigmas.
Y tu piel,
social y tenazmente juzgada,
tu piel, no la de las mujeres, la tuya,
tu piel, la que he pisado con mis labios ávido, baboso, comestibles veces,
esa piel, tu piel, cuando supo decir «basta»,
fue incapaz.
Incapaz, por lo visto y dedocido,
hasta que el desatino escampó,
hasta que se punzó lo suave y te embriagó…
¿la pereza? ¿La inconsciencia?
¿Acaso un resorte de autenticidad?
Ni tú lo sabes…
Empero,
una mañana,
sobre axilas y piernas,
descorrido el pasado y la niebla de rubor,
alborearon hebras de cabello,
jirones de oscuridad,
briznas de ti de nuevo erizadas.
Jamás volverán a su ingravidez primigenia. Jamás.
Pero ahora, ¡máscaras fuera!,
y desde la duda de la convicción,
pueden (¡por fin!) exhibirse,
aun bizcas e hirsutas, ¡tangibles!
No tal y como fueron.
Tal y como son.
Todavía: paráfrasis de un pronombre (2024)