De vez en cuando,
casi a diario,
escucho el latir
de mi corazón.
Parece detenerse el tiempo.
Entonces cierro mis ojos,
y siento el viento en mi cara.
El sol entibia mi rostro,
y me siento viva.
Pongo un alto a mi vida,
para sentirla,
para estar segura de que vivo,
de que he sobrevivido un instante más.
Un alto mientras el reloj camina,
el mundo gira,
la tormenta sigue su curso
y las nubes se transforman.
Un alto en rojo,
pues estoy consciente, despierta
con mis ojos cerrados
y el sol de frente.
La sabia naturaleza me confirma
lo que a veces dudo.
Estoy aquí, viva
con ella rodeandome
a dondequiera que vea.
A un con mis ojos cerrados
y haciendo un alto, ella se hace presente.
Me recuerda que ella vive conmigo,
que siempre me acompañará.
Ya sea viva o no,
estaremos unidas por siempre.
Cuando llueva y enverdezca,
en primavera,
o cuando el suelo esté con un tapiz cobrizo en el otoño;
o si el tapiz es blanco por el invierno
siempre estará presente.
Y yo seguiré haciendo un alto,
de vez en cuando,
casi a diario,
para tener su sabia respuesta
a mí efímero vivir.
Ese vivir lleno de dudas,
de alegrías,
de preguntas,
de amargura y soledad
donde siempre sin buscarla
la encuentro a ella igual de abandonada que yo.