Me acostumbré a un periodo ininterrumpido de estar a su alrededor,
a su presencia que agradecía
cada vez que recordaba que ahí estaba,
en otro cuarto,
quizás
u ocupada a mi lado
leyendo, dibujando,
perdida en sus pensamientos tan solo
-tan sola,
quién sabe-.
A veces la veo en sueños
y no siempre me permiten
un descanso llano y pleno.
Pero sé que hay una verdad frente a todas,
que es que ya llevo para siempre
una parte de ella en mí
y es el recuerdo de su rostro,
de su voz,
de su risa inacabable,
en fin,
toda ella...