felix rizo

FANDANGO

Había salido de su casa, hoy
día 12 de junio, jueves.
Hermosa la avenida se levantaba
como flor de hibisco,
Un relámpago mortecino de sol
tumbaba de raíz las sombras
de la mañana.
Vestida como una emperatriz:
saya de popelín marrón,
una blusa de guinga rosada,
tacones negros con un reborde en gris…
Toda una mujer, que con el rumbo de la hora.
iba taconeando lejos de su casa
buscando la perfección de su rutina:
 
Amiga, madre, esposa…
Cocinando, a la vez, en su memoria
el horario de marcha hacia ese lugar
donde sería el encuentro.
Las gaviotas surcaban un pedazo vacante
de mundo sobre su cabeza,
chillando a contraluz con la emoción gloriosa
de una aventura.
 
¡Ay, qué mujer, qué momento de ilusión!
¡Qué tormento y dolor al mismo tiempo!
Todo junto ligado a un misterio
recién parido...
 
No le toquen su historia, oh no…
Déjenla con su vaivén de esposa triste,
mujer carcomida por los años:
espejo lleno de grietas imposibles…
Fuera lo que fuera: ¡ella no iba a capitular!
Caminaba despacio entre un lugar y la acera,
y, de pronto, se abrían las bocas
del vacío impreciso
queriendo robarle de sopetón
toda la vida.
 
Que alguien entre cielo y tierra-pensaba-
la mordiera a pedazos
como  carne que devoran los leones
y la dejaran vacía de remordimientos.
 
Había dejado atrás la casa- no había vuelta
Oh, bendita tarde de murallas y madreselvas.
Bendito el sabor, madre querida,
del cañamón cuando se lo devora
el pico de una paloma.
 
Ella : dispuesta, efímera, consciente,
Ella: taconeando como una bailarina turca
envuelta en su desafío.
Porque esa tarde de junio 12
cuando era un miedo blanco toda visión,
Mortaja de una pobre irrealidad
de realidades truncas.
Lanzando su cuerpo al mundo:
ella, sola, solitaria, sosegada,
ella, sobria, soltadiza, silenciosa
iba- por primera vez en su vida
- a serle infiel a su marido.