Pretendiendo humillarme, proclamaste con ardor,
Que habías desdeñado mi amor sin compasión,
Fingiendo un dolor profundo y sin pudor,
Imaginaste que moriría de desolación.
Con cada palabra cruel, llenabas de dolor,
Mi corazón ya roto por tu traición,
Cada lágrima derramada, en tu honor,
Era un testimonio de mi amarga aflicción.
En tus ojos vi el vacío de tu alma sombría,
Una máscara de falsedad y vana pasión,
Mientras tú reías, yo en la noche me perdía,
En un abismo sin fondo, sin redención.
Mas hoy resurgiré, del luto y de la pena,
De tus mentiras y de tu falso amor,
Porque en la sombra hallé mi propia cadena,
Que al romperla me dio un nuevo vigor.