Y me llegó tu palabra
y te escuché en el silencio,
de aquella noche tranquila
y con tormenta muy lejos.
Eran fragmentos rasgados
y poesía del cielo,
que desgranaban tus labios
para dejarme tus versos.
Yo te escuchaba, en la orilla,
de aquel rincón, en el puerto,
donde juntamos las manos
con utopías y sueños.
Dos corazones de niños
que susurraban \"te quiero\",
mientras sus almas gemelas
iban, sin prisa, al encuentro.
Así pasaron los días
y allí soñamos sin tiempo,
con los relojes parados
en un febril minutero.
Porque la vida seguía
a nuestro lado, y de lejos,
ya se veían las nubes
con la tormenta y los vientos.
Era la voz de las gentes
la que llegaban con celo,
para romper tanta dicha
que nuestros sueños nos dieron.
Y así llegó la tragedia
de aquel verano tremendo,
con la galerna llevando
y separando los cuerpos.
Porque las almas seguían,
en su agonía latiendo,
y en un adiós, sin palabras,
hasta el final de los tiempos.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/07/24