Tamaña belleza no se soporta,
la virgen, sobre su altar, recitando
poemas, el gentío se comporta
como buenamente puede, llorando,
sintiendo cada palabra, un trino
pajarero se escapa de entre un aire
que se abarrota de esencia, vecino
es quien acerca a la inmediación algo,
una corona de guirnaldas blancas
que huelen a azucena recién nacida
de una mata cercana, dos potrancas
del establo rayano brincan la ida
y venida de los versos, el viento
discurre sobre las cabezas suave,
la alegría reina en este momento.
Soneto torpe, por lo poco practicado, que dedico a la \"Seño\",
o a la \"Profe\" —como elijan—, como eco justo al comentario
que se marcó a propósito de mi última publicación.
Ahora, cumplida mi promesa —la que me hice a mí mismo,
no a ella— voy a intentar hacer de las mías jajaj.
No interesa a nadie,
al menos, creo, no debería.
Son solo pensamientos que brotan
a propósito de algo, de ponerme
de frente a un teclado, de conectarme
como wifi a mis centros neurálgicos
y escribir al dictado de lo que me dictan.
No interesa, aunque, creo, por lo visto
y leído, parece que, mi manera, mi hilar
palabra tras palabra, sí parece acaparar
cierta atención —siempre minoritaria
aunque selecta, creo,— y eso me pone
la cosa fácil porque esto que hago, a mí,
lo mismo que a Mercedes la métrica, me
resulta fácil —solo se trata de dejar los dedos
a su rollo y que escriban lo que les arda
en las yemas—, no tiene mérito si definimos
mérito como el resultado de un esfuerzo,
de una obra, un derivado de la acción humana,
que sigue a una inversión ímproba, a veces,
de energías y tesón. En mi caso, ese esfuerzo
es precedente, y no lo siento como un esfuerzo
en tanto que mi devoción por las letras allana
el camino al pergeño de todo mi aparato estilístico,
modelado y cincelado a base de teclear, de leer,
de querer saber, y todo con militancia acérrima.
P.D. Lo central de la publicación de hoy es el soneto,
lo demás es mera guarnición, por no quedarme
con hambre escritural.