En un valle de sueños perdidos,
donde el río susurra al pasar,
habitaba un cantor enamorado,
cuyo canto era un dulce pesar.
De noche su voz se elevaba,
hacia estrellas de luz invernal,
y en su lira contaba la historia
de un amor que no pudo alcanzar.
En su pecho guardaba un secreto,
un amor que jamás confesó,
una dama de ojos de cielo
que su vida entera cambió.
Su mirada era un faro en la niebla,
su sonrisa, un refugio de paz,
pero el cantor solo era un poeta,
sin fortuna, sin gloria ni más.
Cada acorde llevaba su nombre,
cada verso, un suspiro de amor,
y aunque nunca llegó a declararse,
le entregó su alma en cada canción.
Una noche de luna y de estrellas,
decidió que su amor debía hablar,
y con flores y versos de plata,
a su dama buscó encontrar.
Pero el destino cruel y celoso
le jugó una triste traición,
pues la dama ya estaba casada,
con un noble de gran corazón.
El cantor, con el alma quebrada,
continuó su cantar sin cesar,
y su lira lloraba en la noche
por un amor que no pudo alcanzar.
Y en el valle de sueños perdidos,
donde el río susurra al pasar,
solloza la voz del bardo enamorado,
cuyo canto es un dulce pesar!