Dulces sueños que fueron eclipsados
con las sombras de grandes nubarrones
fueron chispas que en nuestros corazones
encendieron anhelos desbocados.
Pero un día dejaron destrozados
los manojos de bellas ilusiones;
con terribles y fuertes ventarrones
por los celos y duda alimentados.
Hoy alumbran con débiles centellas
esos días de luces argentadas
que me dieron de amor horas tan bellas
que alumbraron divinas alboradas;
que dejaron en mi alma tiernas huellas
con caricias de ensueño dibujadas.
Autor: Aníbal Rodríguez.