Alejandra Moreno

TAN FRÁGIL

Mis ojos observan el dilema de la vida,
de los hombres que prefieren seguir las leyes
marcadas por los seres que gobiernan el planeta.

Mis ojos recorren calles, cafeterías, estaciones,
trenes y avenidas, donde día a día todos van perdiendo la vida.

Regalan minutos, horas y la misma vida al trabajo;
ya sin aliento llegan a casa, donde nadie conoce
sus verdaderos rostros. Se arrancan la máscara,
tienen prejuicios, miedos como todo mortal.

Ahí en su lecho, son pedazos de carne y hueso.

Mientras otros son tan frágiles y transparentes
como el mismo cristal, no dudan, no desechan los sueños,
acogen alegrías y viven la vida.

Mis ojos observan torres que se derrumban de un solo soplo;
nadie es eterno en esta vida, lo dijo papá antes de fallecer.

Mis ojos también ven la esperanza en los niños,
que con sus risas y juegos iluminan el día.
Ellos aún no conocen el peso de las máscaras,
viven libres, sin miedo al mañana.

En las noches, cuando el silencio reina,
mis pensamientos vuelan hacia los sueños no cumplidos,
a los deseos que quedaron atrapados en el tiempo,
esperando una oportunidad para florecer.

Mis ojos contemplan el amor en sus múltiples formas,
en los abrazos sinceros, en las miradas cómplices,
en los gestos pequeños que llenan el alma,
y en los sacrificios que se hacen sin esperar nada a cambio.

También veo la lucha constante de aquellos
que no se rinden ante las adversidades,
que encuentran fuerza en sus corazones
para seguir adelante, día tras día.

En el ocaso, cuando el sol se despide,
mis pensamientos se llenan de gratitud,
por los momentos vividos, por las lecciones aprendidas,
y por la belleza que se encuentra en lo cotidiano.

Mis ojos perciben la naturaleza en su esplendor,
los árboles que susurran historias al viento,
las flores que pintan de colores los campos,
y los ríos que cantan melodías eternas.

En cada amanecer, hay una promesa de renovación,
una oportunidad para empezar de nuevo,
para dejar atrás las sombras del pasado
y abrazar la luz de un nuevo día.