Otxamba Quérrimo

Modestia mediante

Ésta es la noble verdad del origen del dolor: el anhelo…
(Nikaya 56.11: Dhammacakkappavattana Sutta)

 

Insuficiencias resarcidas

 

A BUDDHA SE LE OLVIDÓ HURGAR
bajo la costra de la rutina,
donde un deseo feroz, profiláctico, 
desfleca, cana a cana, la penumbra,
descorre, reja a reja, mi conciencia,
silenciosa y cubierta de polvo,
pero no para hacerme sufrir,
sino para que yo, iluminado, me sufra,
escrutando cuanto he hecho, cuanto he sido,
y cuánto no.

El deseo de mejorar se le olvidó a Buddha.

Se le olvidó que este deseo,
que este taṇhā nirvanudo, expurgador, 
anudado al intrusivo escozor 
de mi propia mirada,
de mi permanente, revisable honestidad,
doliéndome, lo mejor de mí despierta.
Y se olvidó de promulgarlo.
Buddha se olvidó de revelar,
sin melindres, cómo este deseo,
cómo esta sed reparadora,
cómo este apetito de justicia interior,
desde la sumisión a un «yo» preferible,
a un «yo» benevolente, y parcial, pero crítico,
nos libera.

¿Y es ése un deseo a sofocar, 
un deseo que estreñir
ante la camaleónica amenaza del sufrimiento?

Más bien diría, modestia mediante, que no,
que si a Buddha se le olvidó hurgar 
bajo la costra de la rutina,
no así a nosotros.
Allí hojaldramos nuestro tiempo,
parafraseando todavías,
porque allí, 
bajo la costra de la rutina,
cuestionándonos,
transcurre ese deseo, 
el desliz que Buddha no supo subsanar, 
ese apego personal, y compartible, al riesgo 
de ser mejores. 

Yo, tal deseo, lo tengo encarrujado.
En mi voluntad.
Y de avivarlo me responsabilizo. 
De desentorpecerlo.
Y te responsabilizo, 
a ti, que también lo tienes,
a ti, que también toleras 
mis errores, mis caídas, sin silencios,
te responsabilizo de empujarme,
no hacia arriba, hacia mí.
(Sobre todo, cuando me pierdo de vista).
No, no es mejorarme lo que te pido. 
Es exigirme, ayudarme a mejorar.
Mientras puedas. 
Mientras pueda.

Ésa es la noble verdad del amor.

 

Todavía: paráfrasis de un pronombre (2024)