En el venero donde el tiempo se disuelve,
la existencia transita como brisa tenue,
más el afecto en el alma germina,
y nunca perece, aunque la vida concluya.
Las flores nacen, florecen y se esfuman,
como los sueños en la alborada,
pero el amor, perenne, subsiste,
y resplandece en el alma luminosa.
Ríos de tiempo fluyen y se desvanecen,
sus aguas acarrean memorias lejanas,
más el cariño persiste en el pecho,
como un faro en la tempestad radiante.
Efímera es la vida, como un aliento,
un efímero tránsito en el vasto cosmos,
más el amor, en su esencia sacra,
es la melodía que nunca se extingue.