Aprendí a que la primera
palabra fuera el arado.
Jalar de él es una constante,
Un reloj que no atrasa ni un
Segundo.
Blasfemia sería que no me
contara sus secretos y
se largara de putas.
De sus surcos oxigenados
el vuelo de dos palomas,
de dos madejas de lana,
del trigo que ya apadrina
nombre.
Nunca se cuenta
lo que la Luna te llora.
El arado no tiene sexo,
es como los ángeles
pero con nubes de sementera,
como rosal que sabe
que las espinas , una a una, mástil
a la miel.
Mientras las nubes lloren
mi arado siempre plateado,
que hay lágrimas que el corazón
sana;
que hay lágrimas que la soledad
no ama...y yo sí.