el viento arrea los ojos
hacia la plenitud invernal
borlando campiñas con
austera humedad de páramo
cadáveres en floración
danzan un ritmo mortuorio
y el felino nocturno va trepando
oxidadas verjas de un manicomio
gritos lejanos estremecen mi valor
mientras me siento a esperar
las nieves que cubran
esta piel unánime
deambulan víctimas posibles
por el suburbio en penumbras
y el piano hondo repica
tañendo la melodía recurrente
en mi cabeza
sujeto el metal aguzado
dentro del abrigo
que disimula mi extrema delgadez
aún no es hora
cuando caiga esa sutil helada
dejaré el refugio
para salir a cazar
antes de que lo adviertan