En un rincón olvidado,
bajo el polvo del ayer,
descansa una vieja caja
de madera y de papel.
La abro con manos temblorosas,
y el tiempo vuelve a correr:
fotografías gastadas,
cartas de un amor fiel,
un mechón de pelo rubio,
la entrada de aquel café,
donde nos juramos juntos
que el mundo íbamos a ver.
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Un diente de leche guarda
la sonrisa de un bebé,
conchas de playas lejanas,
un trébol de buena fe.
La medalla del abuelo,
héroe sin pretender ser,
un pañuelo con perfume
de quien ya no ha de volver.
Cada objeto es una historia,
cada historia un acontecer,
de risas y de llantos,
de caer y de crecer.
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Mi cajita de recuerdos,
tesoro de mi niñez,
guarda más que solo cosas:
guarda trozos de mi ser.
En ella vive el pasado,
pero también el después,
pues cada vez que la abro,
vuelvo a sentir y a querer.
Es un cofre de memorias,
un baúl del tiempo aquel,
donde lo vivido duerme,
mas nunca deja de SER!
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