Los sentimientos habitan a flor de piel, como el momento en el que pasa una ráfaga de luz que sin querer te deslumbra, y por un momento te hace cerrar los ojos, para no ver, para dejar el tiempo correr, como corren las aves a sus nidos…
Me perdí en la arena, me dejé embadurnar y recibí cada grano en mis ojos, me arrastre y sumergí hasta perder el aire…no me importaba, sentía el destello del nuevo mundo que habitaba.
Me dejé absorber, hasta que me perdí en la luz y sin darme cuenta, llegué a la oscuridad.
Una convulsión de éxtasis, un momento de evasión, eso es lo que viví.
Quería permanecer allí para siempre.
Y entonces, volvió a golpearme la rama del árbol que permanece fuera del cristal de mi mundito.
La rama del árbol, que jamás llegaré a alcanzar.
El universo se tiñe de violeta para arrojar rayos de curiosidad, solo a algunos le llega la necesidad de saberlo todo.
No está bien experimentar hasta perderse en las entrañas. Eso dicen.
Quiero romper el cristal que nació cuando salté del árbol.
Quiero volver a coger la rama.
La rama que conecta con el otro mundo. Desde donde los demás me observan. El lugar del que cada vez yo más me alejo.
La media noche se adentró en mi camino, no hay lunas, ni estrellas, no hay árboles, los cristales empañados denotan el frío.
Regreso a aquel lugar.
Me pregunto si ellos regresarán algún día.