En la pradera, una hormiga vivía,
mirando al cielo con ferviente espera;
soñaba con tocar, en su alegría,
una estrella brillante y sincera.
Cada noche, bajo el manto estrellado,
anhelaba esa luz en su vida;
aunque el camino fuera complicado,
su amor por la estrella nunca se extinguía.
Oh, hormiga incansable, de amor profundo,
tu anhelo por la estrella brilla en silenciosa calma;
pues eres tú, en este vasto mundo,
la hormiga que busca su estrella en el alma.
Y así comprendo, en mi vida sin tregua,
que yo soy la hormiga en esta historia bella;
mi corazón, humilde, sufre y ruega,
y mi estrella eres tú, sencilla vida, efímera centella.