Había muchas hojas por el suelo,
preludio de un verano que se acaba
llegando el nuevo otoño, sin aldaba,
con hojas y colores desde el cielo.
Marchaban golondrinas, con su vuelo,
a tierras que sus alas reclamaba,
vestigios de recuerdos que acercaba
la eterna fantasía del abuelo.
La bruma del invierno se veía,
llegar por las laderas y montañas
dejando la blancura de la nieve.
El tierno corazón no sonreía,
lloraba y se mojaban sus pestañas,
por culpa de un amor, marchito y breve.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/24