Allí el gato estuvo toda la noche, parecía un lugar tranquilo para observar desde la altura, el movimiento de la noche. Esta era una apacible noche de verano. La luna reflejada, en el mar, a pocos metros. El gato callejero, siempre encontraba que alguien le acercara comida. Y sino se rebuscaba con lo que podía. Por cierto algún que otro ratón chillón. Elisa que era una de los que lo alimentaba habitualmente, dejaba su coche afuera. Y el pasaba, las noches en su techo, no ladraria como lo hace un perro. Pero Elisa se sentía segura y confiada de que se había salvado de algún que otro robo, ya que cuando a casi todos, los de la manzana, les había faltado algo. Y a su vecino el coche. Ñoño, le eligió ese nombre, se dijo así misma una noche, cuando a su casa volvía, que tenía cara de Ñoño. Este pasó a ser su guardián de las noches...
(rosi12)