En muchísimas ocasiones
no sé si por afán enfermizo
dejo algunas provisiones
por estar de olvidadizo.
A veces vamos a la plaza
y comienza la cantaleta
porque dejé alguna toalla
sin meter en la maleta.
Y no es nada diferente
cuando voy a la montaña,
pues olvido el repelente
con que ahuyentamos la plaga.
Una vez fuimos a un restaurante
a una cena de primera
y de un olvido tajante
se me quedó la cartera.
Si vamos un rato a la plaza
a divertir a los chiquitines
doy comienzo a mi desgracia
al olvidar los patines.
Al llegar a una fiesta familiar
respiro y luego exhalo
cuando descubro al llegar
que dejé olvidado el regalo.
Para tener la memoria despierta
una maleta me he comprado
y así de forma directa
siempre saldré preparado.
Pero mi memoria fallida
de verdad que es indiscreta
pues en la primera salida
olvidé hasta la maleta.
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