Patricia Aznar Laffont

Enemigo

Ocurrió, quizás ocurrió,  en el laberinto oscuro que invitaba a seguir  persiguiendo huellas de incógnitos caminos. Sendas que lo llevaban a oscuros espejos que se diluían en su presencia.

Acechaba ese, su enemigo cada día, cada amanecer y cada noche, a toda hora, en cada instante de su vida. No lo conocía pero vagaba en su mente entre trémulas sonrisas y horrores de espanto. Nunca había visto su rostro, pero siempre sabía de su presencia.

En principio no le prestaba atención pero su huella siempre estaba, mirándolo silencioso, observando sus acciones, y respirando su propio aire. No podía deshacerse de él.

Comenzó un día a inquietarse, no sabía la razón, nunca lo había  amenazado, pero su presencia lo abrumaba. Quiso seguir su vida rutinaria pero esta vez no pudo. Tenía que saber de él y del porqué de esa persecución que de pronto lo atormentaba.

Ya dispuesto a enfrentar lo que fuere decidió terminar de una buena vez con la situación sabiendo quién era y dispuesto a acabar con el terror que de pronto sentía.

Así fue que ocurrió: fue una noche de un junio de cualquier año en que su voz tronó aullando al perseguidor de su vida entera para que lo enfrentara. Comenzó a luchar y en loca  locura, ya desbordado, empezó a darle golpes , pisoteando sin sentido las baldosas de su cuarto, frenético de ira.

El enemigo seguía persiguiéndolo y ya no entraba en su razón la forma de ignorarlo  o matarlo.

Ya enloquecido, en cualquier noche del tiempo, por fin lo encontró, deshizo por fin el  macabro hechizo.

Nunca supo que con su muerte moriría él también: mató por fin a su sombra y con ella cedió su vida en su más gloriosa victoria.

 

(Patricia)