Mercedes Bou Ibáñez

La Madre Gaya

 

La madre Gaya
se vistió de etiqueta
al recibir en su seno
la sangre derramada
de tus carnes de poeta.
Aquel diecinueve de agosto
besaron tus labios su rostro,
tu sangre se mezcló con la tierra.
.
Tu verso cruzó veredas
de campos de ansias inmensas
para llevar la ternura
a todas las almas puras
segadas por las tinieblas
de corazones sin sueños
que siegan almas que sueñan.
.
Los gitanos de la cuesta
se apartaron del camino
y encendieron los candiles
dando luz a la hermosura
que cobijaba tus letras.
.
Y tu alma cual carabela
disfrazada de amapola
cruzó las altas mareas,
cantando mientras volaba
atravesando fronteras.
.
Las mulas de los gitanos
iban tirando de ella. 
Rosa, la de los Camborios
iba soplando las velas
y un gitano marinero;
el buen Antoñito Heredia
enraizó la arboladura
y su fuerte mano diestra
ató en el palo mayor
a título de bandera
un tomo con hojas negras
y la blanca calavera
de un poeta en Nueva York.
.
Cargaron los gitanicos
tus versos en las carretas
que se llevaron al monte
y en noches de lunas negras
cuando los lobos se duermen
los dejaban en las puertas
para que diesen su luz
a todas las almas tiernas
que hundidas en la congoja
creían perder tus letras.
.
Tu pluma 
de telúrica firmeza
enterró hondas sus raíces
en el alma del poema,
sembrando de cicatrices
estantes de bibliotecas
en recuerdo de los sueños
de los mártires poetas.
.
Hoy me levanté muy triste
y me viene a la cabeza
todo aquello que escribiste
del amor y su belleza.
.
Liras de llanto me acongojan,
la soledad sonora me avasalla
y ante un silencio que me vence
te estoy leyendo de nuevo
y mientras mi alma se mece,
mi corazón, ¡impotente te llora!
.
Mercedes Bou Ibáñez