De pronto lo que importaba, era poder tomar la canica más bonita del bote de canicas de mis hermanos, sin que lo notasen. Jamás jugué a las canicas, pero era como tener un tesoro muy preciado.
Aquél niño, mi primer amor, Paul, por el cual peleaba con mis dos amigas, Gloria y Nury, vecinas y compañeras de escuela. Curioso, ellas nunca supieron que peleaba por él.
Era tan miedosa, lo sigo siendo, a las alturas, pero salir de la escuela, cruzar la calle y quedarse en el boulevard trepando árboles con Margarita, , Miguel, Julio, no recuerdo quién más. Moría de miedo al subir, pero lo peor era bajar, no sabía cómo hacerlo y entre todos me dirigían. No entiendo, por qué!? si me daba tanto miedo, al siguiente día lo volvía a hacer, bueno intentarlo.
Los sueños eran grandes y no tenían límite o prohibición alguna, quién podía desmentirlos el hecho que el sombrero del mago guardaba en su interior un universo o que aquel payaso se la pasaba todo el tiempo sonriendo, no vayamos tan lejos, pues Chabelo podía vencer monstruos y alienígenas, el Santo y Blue Demon eran los mejores y máximos superhéroes, caramba ni vampiros, fantasmas o las momias de Guanajuato podían con ellos, vaya por más que nos dijeran que no existía, era más que seguro que la mano peluda de aparecía en los baños de la escuela.
Aquella gran azaña de poder ganarle al miedo de la noche al apagar la luz y salir corriendo a la cama o que aquello que vivía debajo de la misma, no me jalara las patas.
Las películas de miedo o de acción, que hoy ya adulta veo tan ridículas, me causaban pavor, convirtiéndose en pesadillas que me hacían no querer levantarme para ir al baño sola y lo mejor era decirle al señor panda, mi peluche, que me acompañará.
Las clases eran la tragedia más grande de la vida, pero el receso la mayor dicha, las risas, los juegos, los amigos y amigas, oh rayos aquella bebida de leche sabor a fresa que nunca me gustó pero que con afán se la pedía a mamá, pues le gustaba a mi querido amigo Alejandro, el amor platónico de todas, desde que entró en nuestro salón.
Las cosas eran simples y la vergüenza no se conocía, el tanque de agua de la casa era una super alberca y los trajes de baño eran para nosotras aquellas pantaletas, corpiños y para ellos sus trusas.
Las tablas de multiplicar eran aquél procedimiento imposible que algún ser diabólico inventó para torturar a los niños.
Ahorrar el dinero para poder pagar la entrada a las albercas \"Miami\" era algo muy difícil y todo un sueño, hasta que la única vez que lo conseguimos, lo siguiente fue una epidemia de varicela en el salón. Vaya caro nos salió el pago de conquistar ese sueño.
Vivir y gozar, tener alegría. Soñar y jugar, las preocupaciones eran conseguir el mejor tazo, ganarle en limpieza al salón contrario.
Crecer no era una opción, ni siquiera figuraba en nuestros planes o deseos.
Fuimos dueños del mundo, hicimos de la vida un juego, soñamos con convertirnos en superhéroes, tener la vida más alegre y divertida jamás imaginada.
Éramos niños, pequeños que sólo querían ser felices sin importar qué.
De pronto lo que importaba era vivir.
Nadmoon