De cabeza me arrojé al pozo. Encontré la depresión sobre la superficie árida de una semana igual a la anterior. Quizás fuera el estar conectado sin pausa, comer solo vegetales, tal vez no sentirme enamorado o estimulado. Qué sé yo. Más tarde, ante el ahogo inminente, braceé como náufrago buscando oxígeno. Pude sostenerme en un trozo de red social que flotaba a la deriva. Encima de esa tabla salvadora el sol quemó mis ojos ávidos de distracción. Ya era demasiado, por lo que me recluí en las sombras más profundas de mi pensamiento, y ahí no tengo nada, pero tampoco padezco el uniforme transcurrir.