Llegará el día que amanezca
con un nuevo milagro de los panes,
de las paces y de los peces
-la paz multiplicada por pan es más paz-.
Escrito está en la candente arena
de castillos gris perla,
tan inmunes al viento del este,
que la salvación nos ha de llegar por el océano;
que una marea rampante acabará ahogándonos
las miserias y las torpes desdichas disimuladas
entre los falsos reflejos de serenas dunas.
Mártires renovados,
clavados como estacas frente a los embates
de una traicionera corriente que todo lo arrastra,
sembraremos de azuladas sombras las calas
llenas de oquedades, los precipitados
fondos abisales
y las dehesas de algas marchitas.
Entretanto nos queda esperar,
esperar con una esperanza pasada
por el agua clara y salada de lágrimas
aún sin enjugar, inútiles ante el dolor de ver
tanto yermo aquí abajo,
en una tierra mucho menos firme
de lo que podría parecer a simple vista
de gaviota.
(Poemario ‘Árboles de esperanza´)