Juan Sebastian Mena

Unos versos para andrea

 

 

Andrea, mujer blanca 

Mujer de ojos tibios

Mis manos se pierden en tus manos, en el Vaivén de la ternura, germinando una dulzura y una voz despertada.

Ay, son tus brazos largos, anchos como un largo rio, ese aroma que mi nariz detecta, esa catarata de tu risa resbalada que se pierde en la cima de la noche, compartiendonos secretos, desgastandonos la vida. 

Acercándome a tu oido y como con la timidez de un pájaro, acerqué mi voz ronca sobre tu racimo de auroras, era el receptor de mi poesía que pinté en el lienzo de tu oreja blanca y dura, como contandote secretos que me avergüenzan, como dictandote lo que mi risa fresca ahuya en una sola silaba de versos.

Yo te seguiré contando cómo surgió toda mi poesía, como la madreselva y la tristeza me ataron de pies a cabezas y no podía escabullirme de tanta crueldad impaciente, pero ahora te escribo versos en mi libreta gris cantando alegre una canción que nace de mil guitarras roncas.

Y aquí termina, termina otra dictadura, otra emoción y otra historia que jamás nadie te ha escrito, añoro volver a estar contandote secretos dulcemente al oido, y que la noche nos consuma en su catarata pululante, seguiré observando de lejos los musgos de tus piernas pesadas y seguiré recordando el aroma de tu abrigo labriego.