Tus pies hablan por tus labios:
nunca más dominarás el mundo
desde el centro del colchón,
pero ahí están tus zapatos.
Nos cuentan tu despedida
en el reloj de los árbitros:
el juez tiempo, luego de
mil derrotas, se proclama
vencedor, pero existe una
llama más allá de la vida
y en ella arden tus botas,
desde el centro del colchón.
Dentro de nosotros quedas
con la cabeza alta, un paso
adelante. Protejamos tus
recuerdos del polvo cotidiano
y la luz de futuras maravillas
¡Gritemos la suerte de haber
conocido dos manos forjadoras
de imposibles, sin dejar de ser
manos amigas!
Todo regresará a su ritmo
habitual y contigo perdemos,
además de un oro seguro,
puertas por donde invitemos
a la eternidad a conversar
con nuestro mundo fugaz
durante unos minutos.
Muchos luchadores tratarán
de aprovechar tu ausencia
y distintos brazos conocerán
el triunfo, pero nadie moverá
tus zapatos. Algunos creerán
que los abandonaste en señal
de adiós, pero ahora comienza
tu historia en el Olimpo,
a pesar de tu humildad millones
de devotos ya te consideran
dios.