AFUERA, EN EL VELATORIO
El día en que murió Maravillas,
los paisanos nos apelotonamos en el patio
con verja de hierro
que rodeaba por delante el edificio,
porque la casa de la niña Maravillas tenía patio.
Para tratarse de un pueblo,
una auténtica multitud nos acercamos,
aunque gran parte de los que fuimos a ver el cadáver
no pudimos pasar a la casa,
sobre todo los chicos, los compañeros de clase,
los más traviesos y casi siempre alocados
y conspicuos enemigos del orden establecido.
Y alguno de estos muchachos acabó
subido a la verja que protegía la propiedad
y que aparecía coronada por agudas puntas de hierro.
Decían que Maravillas padecía de leucemia
y que se había muerto por eso,
que siempre me ha parecido
un nombre de enfermedad muy bonito,
y en aquel caso, además, muy apropiado.
Gaspar Jover Polo