D. Méndez

En la Penumbra de Tu Amor

Mi amante tiene una gracia divina,
una risa que ilumina hasta los funerales.
Susurra secretos que los dioses ignoran,
y en su abrazo, el mundo se desvanece.

No hay noche en que no la extrañe,
su presencia es un himno en la oscuridad.
La necesito como el aire en mis pulmones,
un deseo que quema con intensidad.

Cada vez que la miro, el tiempo se detiene,
mi corazón late en un ritmo sacro.
En cierto punto estoy sola,
pero su recuerdo me llena, mi faro en la niebla.

Me he cansado de vivir sin su amor,
una vida sin color, sin razón.
En su ausencia, soy un pagano perdido,
buscando redención en cada oración.

Llévame a su altar de mentiras dulces,
donde confieso mis pecados,
y ella afila su cuchillo con ternura,
brindándome la muerte inmortal.

Buen Dios, déjame entregarle mi vida,
en el silencio de su mirada eterna.
No hay maestros ni reyes en nuestro ritual,
solo la pureza de un amor insaciable.

Siento su amor como una tormenta,
una pasión que desafía las distancias.
El olor que desprende es puro deseo,
un perfume que embriaga mis sentidos.

Cuando sientas que no hay otro camino,
el amor es el único camino,
y en la penumbra de su amor,
encuentro mi redención, mi destino.